Tras un 2017 muy duro para todos, el 2018 fue complejo pero afortunadamente terminó bien, en calidad y en cantidad.
Según explica el Consejo Regulador, el invierno de 2018 fue, como suele suceder en Ribera de Duero, frío y desafiante para las plantas de vid, alcanzándose temperaturas de hasta -12ºC, continuando las bajas temperaturas durante el principio de la primavera con unos meses de febrero y marzo bastante fríos. Finalmente la lluvia hizo su aparición en la zona, en abundantes cantidades, a finales del invierno y durante la primavera. Así las cosas, el desborre se produjo de forma generalizada en las fechas habituales de finales de abril.
A finales del mes de junio las lluvias se detuvieron y se registraron temperaturas más cálidas, propiciándose las condiciones ideales para una buena fructificación y cuajado de los frutos que ya en ese momento auguraban una abundante cosecha. En julio las temperaturas fueron algo inferiores a lo habitual, lo que propició que las plantas continuaran con su rápido desarrollo ayudado notablemente además por las abundantes reservas hídricas. Durante el proceso de maduración, con temperaturas muy cálidas en septiembre y más altas de lo habitual en octubre, se produjo una evolución rápida en el caso de las plantas que tenían menos cantidad de uva (los viñedos afectados por las heladas y aquellos de mayor edad), debiendo posteriormente los viticultores esperar un poco más para la perfecta maduración en el caso de las plantas con mayor producción, lo que fue una nota bastante común esta campaña debido a la dimensión de las bayas, superior a la habitual.
La campaña de vendimia fue más larga de lo habitual, comenzando el día 17 de septiembre y finalizando justo al acabar el mes de octubre.