Las bodegas subterráneas de Aranda de Duero, un tesoro al alcance de todos

Si las iglesias de Santa María y San Juan constituyen uno de los principales atractivos turísticos de Aranda de Duero, su subsuelo esconde otro tesoro a tener en cuenta: siete kilómetros de bodegas subterráneas que en pleno casco antiguo de la ciudad, forman una tela de araña que nos recuerda que el vino fue el precursor del presente y futuro de esta tierra, hoy corazón de Ribera del Duero.

Su historia se remonta a los siglos XIV y XV, cuando Aranda se convirtió en uno de los principales productores de vino del norte de España, dando forma a una red de bodegas excavadas donde se realizaban las tareas de estrujado, prensado, trasiego y almacenado del vino. Aunque muchas ya no se conservan, el último estudio contabilizó 135, que se distribuyen por las calles Los Bodegones (8 bodegas); San Juan, Santo Cristo y Santa Ana (12 bodegas), la zona de Santa de Santa María (25 bodegas); Plaza del Trigo (15 bodegas); calles Isilla, Cascajar y Barrio Nuevo (52 bodegas); Plaza Mayor (3 bodegas) y calles Ricaposada y San Gregorio (20 bodegas). Están declaradas Bien de Interés Cultural y visitarlas es todo un lujo.